1° carta

El primer y único hombre azul del mundo

Querido Antonio Zárate

Más de una vez escribí una carta y no la entregué. Se me ocurre, por ejemplo, en mis épocas de pibe, la decena que hice para Melisa —aquella vecinita mía que tanto me gustaba—, que nunca le di, siempre por miedo.

Hoy, ya con más de cincuenta años encima, vuelvo a escribir una carta que no será entregada a quien corresponde... pero será publicada en Internet, y si algunos planteas se alinean, si diversas circunstancias se dan —como que estés vivo, por ejemplo—, podrás leerla. Ojalá la casualidad así lo quiera, ya que tengo pensado escribirte muchas cartas; creo que nadie escribe, ni quiere escribir, mil cartas para una persona que nunca las leerá.

Por ahí, te preguntás por qué escribirte y publicar lo escrito en Internet, en vez de mandártelo, respetando la privacidad de la carta. Lo que pasó es que tenía ganas de compartir mi experiencia acá, en el monte Elbruz, con muchas personas, todas las que pudiese, y por eso me decidí a hacerlo así, a través de La Kermese. Y cuando empecé... no supe a quién dirigir mis palabras, ninguna alternativa me convenció —"a todos los que me conocen", "a muchas personas", "a los que se copen leyendo"—, hasta que se me ocurrió escribirle a una persona cualquiera, y el primero que se me vino a la cabeza, vaya a saber Dios por qué, fuiste vos, Antonio Zárate, mi compañero de colegio; hábil y excepcional futbolista, que supo cosechar los más encendidos halagos gracias a su modo sin igual de jugar a la pelota.

Espero que no te moleste que las cartas que te escribo sean publicadas. Y si te molesta, avisame y, mejor, le escribo a Jorgito Archude, que también jugaba muy bien. Incluso, para algunos, él era el mejor del aula.

De todos modos, Para Mí, la principal particularidad de esta carta no está en las cosas anteriormente dichas, sino en que estoy escribiendo, como sabés, desde el mismísimo monte Elbruz.

Hace más de cinco meses que llegué acá, con mi learjet. El monte Elbruz está en la cordillera de Cáucaso, en la federación Rusa. Por si no lo sabés, te cuento que este monte es uno de los más altos del mundo: mide unos 5640 metros.

Vine en busca de la soledad más inmensa que se pueda sentir, y la encontré. Pasé todos estos meses, simplemente, pensando. No hice otra cosa. Acá encontré paz y una voluptuosidad interior que nunca antes había sentido. De hecho, siento indentificarme con el monte y soy inmenso, en cuerpo y espíritu; pierdo mi identidad, me separo de mí, y el Elbruz y yo somos sólo uno.

Me parece —y lo digo con las manos limpias— que en mí está el Zaratustra del nuevo milenio.


Ayer se me terminaron las provisiones. Ayer bajé por primera vez a Groznyj, la ciudad que más cerca tengo, para reabastecerme. Valiéndome de mi poco admirable inglés, conseguí hacerme entender con las personas del lugar. A partir de la próxima semana, comienzo mis clases particulares de idioma; espero aprender pronto, tengo que ir lunes, miércoles y viernes, una hora por día.

De todos modos, no está en mis planes pasar mucho tiempo en la ciudad; más bien, todo lo contrario, ya que sólo iré cuando sea necesario, por ejemplo para ir a mis clases de ruso, o para comprar comida o pintura azul.

Nadie sabe con precisión dónde encontrarme; si alguien me ve es porque así lo quiero. Mi ubicación exacta en el Elbruz es un absoluto secreto.

Hoy por la mañana sentí que en todo este tiempo, en el monte Elbruz, se había producido un cambio de mil grados en mi interior. Sin embargo, mi exterior seguía igual que siempre... Entonces me pregunté por qué no hacer un cambio de mil grados en mi exterior también. Y me pinté de azul.

Sí, así es: fui a Groznyj, entré a la pinturería, compré pintura azul y pinceles, volví y comencé a pintarme. Ahora puedo decirlo sin vacilar: soy el primer y único hombre azul del mundo. ¡Qué bueno, estoy tan contento!

Semejante cambio decidí acompañarlo con otro, que es ni más ni menos que mi nombre: ahora soy El Maestro Azul, dejé de ser El Maestro Augusto.

Me pregunto, Antonio, qué dirían mi papá y mi mamá —que ahora están en el cielo—, si me vieran acá, azul...

Este es el momento en el que me despido. En una nueva carta, te estaré contando más cosas de mi vida en el monte. Será hasta la próxima.

Abrazo de paz

El Maestro Azul

4 comentarios:

Abelcaín dijo...

WOW!!!...El Maestro Azul! es el Maestro Azul!!! (susurrando y jalando de la manga de su acompañante...)...
Miralo...miralo allí...todo de azul...metidando en aquella cornisa...confundiendose con la blanca nieve de la montaña y las nubes blancas del cielo...OHHH Maestro Azul...tantas preguntas...retenidas en mi interior por tanto tiempo....Tanto tiempo esperé por este momento...Ohhh....(el acompañante se aleja...mirando extrañado...)...Ohhh Maestro!....
Debo acercarme y perturbar tu paz? o debo esperar a que te reveles por tu mismo a la necedad del mundo una vez más?...iluminandonos a todos con la insoportable luz de tu sabiduría milenaria?
Como sea que fuera a pasar...al menos sé que el Maestro está de vuelta!...y por eso...ahora soy feliz...

Abelcaín dijo...

ahora...mi pregunta es...como es que se confunde con la blanca nieve y la nube blanca??? siendo el Maestro de color Azul...no lo se....ESA....es otra de las cuestiones enigmáticas que envuelven a la existencia del misterioso maestro...
Lo que nos toca a nosotros...no es filosofar acerca de por qué suceden las cosas que suceden....lo que nos toca a nosotros es simplemente...agradecer, postrados mirando hacia el norte...postrados...en dirección donde se halla EL...el que todo lo sabe...(una especie de Mesquita azul vendría a ser...)

Anónimo dijo...

Comprensé una PS2 y juegen ONLINE al Winning Eleven Pro Evolution Soccer 2007 !!!!!

Anónimo dijo...

Tanto tiempo te espere sentado aqui..que frase justa para uno de los momentos mas esperados por mi. Por fin volviste maestro de los maestros, tanatas dudas tengo que ya no me entran en la cabeza...
Festejo tu vuelta...

Abrazo de gol...perdon de PAZ!!!

Manuel